Hectolitros de distancia

Era el final. Se tapó la cara con las manos, amasijo de hierros,
había conocido los gritos de Jeovah, la pulsión católica papal, la virgen en pilastra
un gesto muy humano, al fin y al cabo, pero un gesto inútil
la velocidad como una centramina natural
nadie en la pintura, nadie más alla de los seis veinticinco,
el rebote se te escapa de las manos, suena el final de la posesión
el rebote se te escapa de las manos, suena el final de la posesión
y todo termina en una cuneta.
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